sábado, 27 de noviembre de 2010

pesadilla ligera

Hoy, mientras dormía escuché unos leves canturreos. Al parecer eran niños. Muy lejos a la realidad, las voces se hacían cada vez más intensas. En algún momento vino a mi mente el recuerdo de algunos cantos gregorianos a los que siempre temí, y desperté de golpe en medio de la oscuridad.

Recuerdo que al levantarme, no pude ver nada mas que los más simples contornos de mi habitación iluminados por la tenue luz roja de mi despertador marcando 4:15 a.m. Intenté palmar a ciegas el encendedor que recordé había dejado sobre el peinador antes de dormir mientras fumaba un cigarrillo, pero mis torpes y entumecidas manos por el frío no lo encontraron, me levanté y rodeé la cama para encender la luz de la habitación pues el susto de lo que creí había sido una pesadilla no había pasado del todo. Mientras sentía la pared que tocaba mi palma buscando el apagador para iluminar la oscura habitación, noté una extraña y espesa sustancia en la pared, algo de aspecto mucoso y pegajoso que no podía desprender de mi mano. Entonces, sin aún haber encendido la luz, noté como la habitación se iluminaba con una pequeña luz amarillo tenue que no estaba antes ahí, entonces tampoco pude visualizar mi cama, muebles, ni los objetos que sabía que se encontraban en mi recámara, sino que más bien... parecía un especie de ático de madera sin muebles, y yo estaba en medio de él, sin comprender lo que sucedía.

El miedo y el frío me entorpecían, y para entonces la extraña mezcla negra pegajosa había desaparecido de mi brazo. Me quedé observando al vació, esperando encontrar una respuesta lógica a lo que sucedía, pero nada parecía real, yo estaba completamente segura de haber dormido en mi habitación la noche anterior, de haber fumado un cigarrillo y dejado en la cómoda, de haberle dad las buenas noches a mi madre y . . . -Los cantos infantiles interrumpieron mis pensamientos- -Estaban de nuevo ahí- Pero ésta vez, no sentí miedo, tan solo un poco de confusión. De pronto, aparecieron un grupo de niños que caminaban en fila y por estatura cantando aquellos cantos que me aterraban, y que al mismo tiempo recordaba de algún lugar.

Al observar las caras de los pequeños, todos me parecieron conocidos, pero ¿de dónde?. -¡Es ella señor, es ella! -Gritaban los niños entusiasmados a la sombra de un anciano que se acercaba mientras entraba por donde los niños habían entrado antes. Entonces un viejo canoso y delgado con bordón me observó fijamente de pies a cabeza e hizo tres fuertes golpeteos con el borde metálico de su bordón contra la madera tibia de aquél ático. -Al verle la cara, lo reconocí de algún lugar, sabía que lo conocía, pero no recordaba de dónde. -Al escuchar los tres golpes del bastón y la madera todos los niños corrieron sin parar haciendo dos filas paralelas mirándose de frente, y dos niños pequeños me tomaron de las manos incluyendome a lo que parecía un juego.

Los niños reían, y bromeaban, y entonces yo me di cuenta que habían crecido, pero sus rostros eran iguales -Yo volví a ser niña- (me corregí), Fue entonces que los niños comenzaron a cantar aquél canto tenebroso que yo también me sabia, y jugamos a lo que consistía el juego acompañado de aquél canto, y los ojos del señor Cristobal que hasta entonces recordé. Era un viejo director del jardín de niños al que pertenecí en mi infancia, el viejo que se había suicidado al morir su único nieto que había ingerido petróleo a los 4 años de edad. Todos los demás niños eran mis compañeros de clase. Por un momento la inocencia que ahora tenía al volver mi cuerpo al de una pequeña, me permitió alegrarme de que el viejo Cristobal estuviera vivo, y de volver a ver a mis compañeros. Jugamos un rato, y nos divertimos, por alguna razón nadie respondía mis preguntas, lo único que podían decirme eran sus nombres incluidos en la canción tenebrosa:

-Lalará, yo Dennise. -Lalaralí, yo Arturo, ella Dennise. -Lalaralilú, él arturo, ella Dennise, yo Germán, Lalaralilulé.

Entonces, poco antes de que siguiera mi turno de concluir la canción por ser la última de la fila, el viejo Cristobal se dejó caer de cuclillas, y todos los niños corrieron a los bordes del ático mientras gritaban y lloraban, intentando alejarse lo más posible de él, dejándolo en medio de la habitación. A mi me dio lastima el estado del viejo, y me acerqué a él, lo toqué por la espalda e intenté ayudarlo sin hablar, mientras los niños me observaban aterrados. Y me di cuenta de que nuevamente era yo, de mi edad actual, y no la pequeña de 5.

Observé una sombra que se acercaba por unas escaleras, los niños habían desaparecido sin que pudiera darme cuenta, y sentí nostalgia por un instante. Yo intenté levantar al viejo, pero su piel estaba tan rígida que me fue imposible siquiera moverlo, mientras la sombra de lo que parecía ser un niño seguía acercándose. Finalmente el niño llegó, se acercó a nosotros, sus rizos negros le contorneaban el rostro. A mi me flaquearon las piernas, y me arrastré como pude hasta el borde de la pared, observando la escena aterrada sin la posibilidad de gritar. -Era su nieto muerto- El pequeño niño tocó con una de sus manos el hombro del viejo, y solo así consiguió que éste volteara hacia él, se miraron fijamente, y el viejo comenzó a llorar. Yo desde mi oscuro rincón, vi como los rizos negros del pequeño crecían ante mis ojos, y con un gran esfuerzo de agudizar mi vista, noté que no eran sus rizos lo que crecía, sino que de su cabeza empezaba a brotar petróleo que a los pocos segundos cubrió su rostro, su ropa, y su cuerpo, observé cómo esta sustancia pegajosa recorría por sus pies y le elevaba sobre el bastón del viejo, como si quisiera consumirlo también, el pequeño entonces abrazó a su abuelo, hasta que el líquido espeso cubrió por completo la figura de ambos delineando dolo sus facciones, hasta que el líquido dejó de brotar.

Entonces la figura negra en medio de la habitación, se quedó inmóvil unos cuantos segundos, mientras yo lo observaba petrificada antes de intentar huir, pero al mínimo movimiento que pude hacer, noté como la figura se volvía hacia mi, observandome, y comenzaba a acercarse lentamente hacia donde yo me encontraba, y pudriendo cada objeto que tocaba a su paso.

Las fuerzas llegaron a mi con la misma rapidez que con la que habían desaparecido los niños de la habitación y corrí, corrí como nunca había corrido, bajé las escaleras saltando de cuatro a cinco escalones, y entonces me encontré en mi habitación inicial, encendí la luz, y vi la mancha negra que antes había tocado, pero esta vez también la había pisado, entorpeciendo mis pasos al pegarse mis calcetas al suelo negro. Corrí, o al menos eso intentaba, y llegué a la puerta trasera de mi habitación, ésta conducía hacia unas escaleras que me llevaron a la calle. Pero antes de salir cerré la puerta con llave, temiendo que pudiera salir la "cosa" que me seguía.

Corrí descalza hasta la calle, y observé gente caminando en la avenida, por un momento quise acudir a ellos, gritar, pedir ayuda, pero también noté algo extraño en su caminar. Y entre las sombras, y a lo lejos visualicé como ellos también estaban cubiertos de esa espesa sustancia negra, y me volví, abrí el barandal de mi casa, entré corriendo torpemente, abrí la puerta de mi casa, e intenté refugiarme con mi madre. Corrí hacia su habitación, me metí entre sus cobijas y la abracé fuertemente, a su vez sentí como ella correspondió mi abrazo mientras decía entre sueños -lo sé, lo sé, ya todo está bien. Acarició mi cabello y dormí profundamente.

Al despertar, de lo que creí había sido una pesadilla, aún estaba en la habitación de mi madre.

3 comentarios:

  1. Deemonios me recordo a la tetrica historia de freddy :S
    hasta se me erizo la piel ;D

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  2. Y dices pesadilla ligera ? Me tuviste al borde de la histeria. No quiero soñar algo así !!
    Muy buena !!!

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